Poco antes de caer asesinado, el presidente del Gobierno, don José de Canalejas, estableció el servicio militar obligatorio, a principios del siglo pasado. El acontecimiento se celebró como un éxito de la democracia. Todos iguales ante la ley, todos iguales ante la patria.
Claro que hecha la ley, hecha la trampa. Los ricos y los enchufados podían cambiar sus destinos y librarse de ir a morir como chinches en la guerra de Africa. Pero, desde entonces, la mayoría de la población tuvo que hacer la mili.
Para los más pobres y analfabetos (que eran mayoritarios) fue una puerta de salida de la miseria y semiesclavitud en la que vivían y una oportunidad para ver otro mundo y otras formas de vida. Abandonamos la guerra colonial africana porque había en nuestro Ejército muchos ojos para ver y oídos para oir de soldados no profesionales que empearon a contar lo que pasaba en la otra orilla del Mediterráneo.
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